jueves, 23 de agosto de 2012
jueves, 16 de agosto de 2012
Crónica 3
EN POS DE LA MÚSICA
Por: Claudia Patricia Figueroa Ch.
Edward Fernando Villarreal, veintiún
años, estudiante de primer nivel de licenciatura en música en la Universidad
Industrial de Santander. Esta es la
realidad básica de un gran amigo de mi infancia. Ambos procedemos de un
pueblito cálido de Santander: Sabana de Torres. Hoy, en mi séptimo semestre de
licenciatura en español y literatura puedo verme en él como aquel día que
decidí venir sola a estudiar, sin conocer nada ni a nadie, solo buscando
realizar mi sueño. La música está en sus venas, creo que ese es uno de los lazos
más fuertes que unen nuestra amistad, y es en pos de ella que Edward ha decido
separarse de la comodidad de su hogar, de la calidez de una comida hecha por
mamá, de la cercanía en que se vive en el pueblo con los demás. Él, es el hijo
mayor de dos hermanos hombres. Antes de venirse a estudiar música
profesionalmente ya había hecho una carrera técnica en logística y distribución
y se había preocupado por aprender a tocar piano y bajo de la mejor manera;
esto como forma de aprovechar el tiempo mientras comenzaba el cumplimiento de
su verdadero ideal de vida.
Sin embargo, las cosas al llegar a la
ciudad bonita no han sido fáciles. Sus padres, frente a la situación de
incertidumbre permanente que vive la UIS, no están muy de acuerdo en que él
invierta cinco años o más en una carrera que al fin y al cabo no le generará
muchos ingresos. – Es muy chistoso, mi mamá siempre había dicho que escogiera
estudiar lo que yo quisiera, que eso era lo importante y cuando le dije que
quería estudiar música en la Uis casi le da un paro – me dice con una carcajada
en su garganta a punto de estallar. Luego, con un tono más reflexivo, me dice –
Ella quería que yo fuera ingeniero. Así es, para la mayoría de nosotros, los
estudiantes de licenciatura, no es fácil hacer lo que hacemos, no es la carrera
más apetecida por las personas que aspiran ser ricos algún día, pues lo que se
requiere para transitar este camino es la verdadera convicción de lo que se
desea hacer en la vida y no dejarse amedrentar por lo que la sociedad
colombiana ha impuesto como más “digno”.
Allí, sentada frente a él, con mi cámara
en mano, veo sus ojos apagados, su rostro cansado, son las ocho y media de la noche
de un día que para él aún no termina. – Normalmente un día para mí empieza a
las cuatro y cuarenta de la mañana, gracias a la grandiosa idea de las clases a
las seis. Me levanto, me pego un baño, me preparo y me voy a coger el
metrolínea para viajar durante meeeedia hora hacia la universidad -. El rigor
del sueño pesa sobre sus párpados y cede ante la petición de ser cerrados.
A su llegada a la Uis es curioso pensar
en la coincidencia de tantas vidas en una entrada, así, cerca de las seis de la
mañana se agolpan los estudiantes para acceder a la universidad entre los
cuales se encuentra Edward. Toda su mañana se encuentra copada de clases y al
asomarse el medio día corre para tratar de obtener un combo saludable. ¿Por qué
combo? – Porque es más económico y no hace daño – me dice mientras se acomoda
en el sillón en el que se encuentra sentado.
Al continuar con el recuento de su día,
él me lleva al momento de su descanso, de doce y treinta a tres de la tarde.
Realmente lo que ocurre en ese lapso no es lo que se esperaría que pasara, es
el momento del contacto con su instrumento, ya que, por las cosas de la vida,
no pudo entrar directamente a piano, debe practicar más disciplinadamente en el
que le fue asignado, contrabajo. No conozco hombre más disciplinado en la
música que él; recuerdo que mientras mis amigos y yo salíamos de alguna parte
en que estábamos reunidos y por casualidad pasábamos por su casa, siempre se
escuchaba un piano que se interrumpía de tajo y volvía a iniciar. No había once
de la noche que por la carrera doce no se escuchara ese piano que algún día
dejó de sonar cortadamente. Más que su talento, es su disciplina; por eso no se
pueden desperdiciar horas valiosas del día, porque ya se aproxima el momento de
partida hacia lo que por su esfuerzo y dedicación ha conseguido como ayuda
económica, un trabajo en un instituto, donde es profesor de música. – Para mí
es muy bacano estar dando ya clases de música, como usted sabe, esto era lo que
yo quería y vea, antes de tener mi cartón ya soy profesor. No obstante, este no
es su única fuente de ingresos, antes de venirse a estudiar, había trabajado en
una empresa de petróleos en la que ganó para pagar su matrícula y para comprar algunas
“chucherías” para mujeres, como las llama él, que vende los fines de semana en
Sabana de Torres.
- Por no tener plata no voy a dejar de
estudiar, ¡ja! – alude con su ceño fruncido. La clave del éxito no está en los
que se rinden, sino en los que continúan intentándolo a pesar de… Luego de
salir del instituto, se dirige hacia su habitación, que por fortuna, pudo
conseguir con muy bajo precio y que con el salario de las clases de música y de
las “chucherías” logra suplir. – No es que mis papás se hayan olvidado de mí,
simplemente es una necesidad que tengo de trabajar para tratar de recompensar
todo lo que han hecho por mí y para independizarme Aunque es pesado porque el
cansancio y la exigencia es mucha, no importa, en un país como Colombia la
necesidad lo lleva a uno a eso - me dice
mientras se dirige a la cocina a preparar algo de comer.
Un café y un pan son el resultado de su visita
a la cocina, vuelve a sentarse en sillón y continúa contándome su rutina –
Después de que llego del instituto, busco algo de comer y me pongo a estudiar
solfeo que es lo que más duro le da a uno porque es de práctica, de nada más;
es más, ahorita que usted se vaya adivine qué es lo que voy a hacer ¿Ah? -. Quizás
esté deseando que me vaya, el estar yo ahí implica invertir más tiempo de
valioso sueño, por eso me apresuro a investigar la hora normal del término de
su jornada; once y treinta de la noche, me responde con un tono añorante en su
voz.
¿Quién ha dicho que es fácil realizar
los sueños? Quien lo haya dicho es porque no ha empezado a cumplir ninguno de
los suyos. Enfrentarse a la vida sin comodines no es más que la oportunidad de
desarrollarse a plenitud; gracias a esa falta de ayudas se forja en el ser
humano el sentido de la responsabilidad, de la gratitud y del respeto por
aquellos que hasta ese momento dieron todo de sí para que sus hijos tuvieran lo
mejor. Es, pues, el hecho de conseguir los sueños con esfuerzo, el camino más
certero para ser profesionales íntegros, de esos que aman su trabajo, que
realmente tienen vocación y dan lo mejor que tienen. Será muy gratificante
cuando al término de su carrera, Edward vea sus ilusiones en la atmósfera de la
realidad y así pueda creer que lo imposible está en la mente y que ese será
apenas el comienzo de una nueva etapa en la que la única manera para alcanzarla
es permitiéndose soñar.
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